Reconocimiento médico (Katherine)

Denne y Katherine, todavía uno cogido de la mano del otro - aunque no se sabía muy bien quién de los dos era el que intentaba que el otro no se perdiera - llegaron al Gremio de Galenos cuando ya hacía un rato que había caído la noche. Denne había insistido en ir muy despacio, pero no sólo eso, sino que además había estado a punto de perderse en dos ocasiones, con lo que el tiempo se les había echado encima.

La puerta del Gremio, que era una gran casa de madera y piedra de dos plantas con fachada blanca y tejado de pizarra, estaba abierta, como siempre. Aunque de noche se cerraba parcialmente, nunca se atrancaba, por si ocurría una emergencia... y de todas maneras, ¿quién en su sano juiciio iba a atracar un hospital?

- ¿Para robar qué? ¿Virus de la gripe? -murmuró Denne para sí, siguiendo su involuntaria costumbre de terminar sus pensamientos en voz alta- Hummm, vamos allá. Mira, Katherine, este es el Gremio de Galenos. ¿Qué te parece?

Katherine examinó el edificio con la mirada.

Una pintura blanca y algo envejecida cubrías a roales la fachada de la construcción. Una bandada de palomas que había emprendido el vuelo al verlos llegar se posaba ahora sobre el alfeizar de las ventanas del segunado piso.

A Katherine le llamó la atención que, a pesar de haber caido la noche, no se filtraba luz alguna a través de esos cristales.
Sólo en el piso inferior, al lado de la puerta, se distinguía el tenue brillo de un quinqué que hacía pensar que el gremio no recibía subvenciones desde más de medio siglo.
Reinaba el silencio, sólo roto por el caer de una lluvia casi imperceptible, y el interior de aquel híbrido entre hospital y consulta de pueblo parecía desierto. La puerta semiabierta descubría un mar de oscuridad.

-¿Para robar qué? ¿Virus de la gripe?-creyó oír la niña unos seguntos antes de pararse frente al portal. Un letrero en la pared anunciaba:

"Noble Gremio de Galenos de Althion"

Katherine iba a preguntar qué demonios era un virus cuando el joven volvió a hablar, esta vez en un tono más alto.

-Hummm, vamos allá. Mira, Katherine, este es el Gremio de Galenos. ¿Qué te parece?

Katherine olfateo el aire por un momento.

-Me parece que huele a carnicería ¿Tienen carne aquí? No la conservan especialmente bien. Si gurdan carne deberían cerrar la puerta, hay muchos niños con hambre... ¡No estoy diciendo que yo valla a quitarles nada!¿Cómo podría pensar eso, por favor? Slo digo que sería más seguro. ¿De qué animal es la carne?- preguntó sin darle a la cuestión la importancia que esta podría tener- ¿No hay nadie más aquí?¿Se puede entrar?

- ¿Carnicería? ¡No, por todos los dioses! –exclamó Denne alarmado, comprobando que, efectivamente, flotaba en el aire un olorcillo a carne cruda- No es eso, lo que hueles es... uhmm... ¡amoniaco! El amoniaco líquido tiene un olor parecido a la carne, eso es todo –inventó todo lo rápidamente que pudo, mientras se preguntaba qué harían los del sótano haciendo autopsias a esas horas, sin luz y sin nada- . Y claro que hay gente, siempre tiene que haber alguien en el Gremio por si vienen heridos o enfermos... pero se ve oscuro porque apagan las luces muy pronto. Los pacientes tienen que dormir y todas esas cosas, ya sabes –explicó.

Se acercó a la puerta y la abrió sin problemas, aunque chirrió un poco. Hizo que la niña pasara – fuera se estaban empapando – y antes de volver a cerrarla cogió uno de los farolillos que se amontonaban en el recibidor junto a la puerta y lo encendió con un fósforo. Se hizo la luz, revelando un cuarto con varios bancos y percheros; al fondo, tras un arco sin puerta, se veía un oscuro pasillo.

- Se están pasando un poco con lo recortar gastos en iluminación –murmuró Denne- . ¡Nos vamos a matar!

Unos instantes después, un hombre barbudo que llevaba otro farolillo asomó la cabeza por el arco. “Ah, Denne”, masculló, y volvió a lo que fuera que estuviera haciendo, al parecer leer sentando en una silla en el pasillo.

- ¡Te vas a destrozar la vista! –gruñó Denne, pero por suerte recordó a tiempo que venía con Katherine y que ella era más importante en ese momento- Humm, Katherine, siéntate, ¿de acuerdo? –sugirió- Voy a pedir que te den algo de ropa para que te cambies o cogerás un resfriado. ¿Estás muy cansada, o tienes hambre...?

La oscuridad se disolvío con el brillo del farol encendido por Denne. Katherine examinaba con detalle los contornos que la delicada luz dejaba al descubierto con un deje de escepticismo. El suelo crujía bajo los pasos de una figura que, al otro lado del arco, sostenía un libro y un farol.

-Ah, Denne.-Balbuceó pasando por alto la presencia de la pequeña, lo cual la agradó en sumo grado.

- ¡Te vas a destrozar la vista! Humm, Katherine, siéntate, ¿de acuerdo? Voy a pedir que te den algo de ropa para que te cambies o cogerás un resfriado. ¿Estás muy cansada, o tienes hambre...?

El hombre desapareció tras el umbral, y el crujir del suelo fue sustituido por el pasar de las páginas. Katherine optó por hacer caso a Denne, aunque aún lo dudaba, el detalle de que aquel hombre lo hubiese llamado por su nombre permitió a la niña deducir que si no era médico, como mínimo llevaba la portería del gremio.

-Tengo...tengo hambre, y frío. Y Cleopatra tiene hambre y frío también. Traiga dos raciones de lo que sea, pero a Cleopatra no le gusta que la miren mientras come, esí que tendrá que dejarnos a solas con su plato- improvisó, sentándose en uno de los bancos más cercanos a la puerta, dispuesta a huir si era necesario.-¿Quién era ese hombre? Y...¿Dónde guardan todo ese amoniáco líquido? Empieza a tener un olor muy fuerte...

- Ay ay ay -Denne se llevó las manos a la cabeza cuando Katherine constató que tanto ella como su muñeca tenían hambre y frío. Se volvió hacia el arco detrás del cual se había sentado el barbudo con su libro- . ¡Martin! ¡Alerta roja! ¡Ven aquí inmediatamente! -gritó, formando gran escándalo y haciendo que el barbudo se asomara, con expresión cansina tras sus lentes de miope- ¡Tengo aquí a una niña y a una gata de peluche en riesgo de gripe e inanición inminente! Di a la señora McGryver que prepare rápidamente dos raciones de lo que sea, pero que esté rico... ¡y voy a ocupar la habitación del fondo!

Suspirando, el barbudo se levantó y dejó sin prisas el libro sobre el taburete en que había estado sentado. Se ajustó las gafas, observó a Katherine, suspiró de nuevo, y con un "ya voy, ya voy" se alejó por el pasillo.

- Ven conmigo, Katherine -dijo Denne a la niña, olvidando que hacía apenas un momento le había dicho que se sentara.

Sosteniendo el farol y con la niña de la mano, atravesó también el pasillo, una habitación híbrida entre salón y recibidor que había al final de este, otro pasillo, y finalmente se detuvo ante una puerta. La abrió; conducía a una habitación pequeña, de paredes encaladas y con una persiana cubriendo una ventana de madera. Contenía un armario y una cama.

- Esta será tu habitación mientras estés aquí -explicó Denne con una sonrisa, y se dirigió hacia el armario. Lo abrió y sacó, de entre la desordenada marabunta de mantas, ropas y sábanas, dos camisones de dormir, que tendió a la niña- . Uno para ti y otro para... ehmmm... hummm... ella -señaló a la muñeca, desconcertado porque no sabía su nombre- . Cambiaos, ¿de acuerdo? Yo salgo un momento y vengo enseguida con algo rico de comer y todo eso. ¿Vale? -y, antes de que se le olvidara de nuevo lo que tenía que hacer, salió de la habitación.

La habitación le resultó a Katherine increiblemente espaciosa para los escasos tres metros cuadrados que tendría, se acerco un poco a la cama, como si esperase que un moustruo saliese de debajo de ella (lo cierto es que lo esperaba) y empezó a palparla, descubriendo que, milagrosamente , estaba blanda.

Con un salto, se sentó sobre el colchón, y dejó a Cleopatra sobre la almohada. Se sintió extrañamente bien acojida, así que optó por curiosear un poco.

La ventana daba a la calle en la que momentos antes habian estado Denne y ella, y el armario, de madera más bien oscura y algo envejecida, se erguía como un guardián al lado de la puerta, en él se guardaba ropa de cama, toallas, ropa sttandart de paciente...los camisones que el galeno había ofecido a Katherine pertenecían a este último grupo, pero parecían limpios y confortables, al contrario que la vestimenta que portaba Katherine.

Comprobó con indeferencia que el camisón le estaba demasiado grande, y no pudo contener una risa al recordar que Denne había sacado un camisón para Cleopatra también ,pues ¿Dónde se ha visto que los gatos lleven camisones? La pequeña empezaba a cavilar sobre cómo hacer que los camisones anchos y blancos se pusieran de moda entre la comunidad felina para contentar al galeno sin que por ello Cleopatra tuviese que renunciar a su magnífica reputación cuando un ruido no demasiado fuerte llegó a través de la puerta

Denne, que había salido corriendo a hacer una visita a la cocinera señora McGryver y urgirla a que le calentara rápidamente dos platos de lo que fuera que hubiera habido para cenar, volvía con dos cuencos de crema de calabacín y patatas. Llevaba uno en cada mano, malabarismos a los que no estaba acostumbrado, y por tanto avanzaba por el pasillo con la gracia de un pato mareado haciendo los mayores esfuerzos por no caerse y no dejar caer la comida. Y ya casi lo había conseguido, y estaba frente a la puerta de la habitación donde había dejado a Katherine, cuando se chocó con una sombra que corría por el pasillo como alma en pena.

- ¡Ay! ¡Cuidado! -gritó Denne, soltando los cuencos y retorciéndose para, en un esfuerzo sobrehumano, volver a atraparlos en el aire, aunque gran parte del contenido se derramó.

- ¡Salamanquesas puntiagudas! -aulló la sombra, deteniéndose y moviendo las manos frenéticamente. Un momento después, Denne la reconoció como la loca de la habitación 7, una mujer de unos treinta años que trabajaba vendiendo cerillas en uno de los puentes hasta que unos meses atrás tuvo que ser ingresada, en medio de un agudo ataque de demencia.

- ¡Señorita! -exclamó Denne, tratando de equilibrar los cuencos y mirando de reojo la puerta de Katherine, esperando que la niña no saliera alarmada por el ruido- Señorita, ¿qué hace usted aquí? ¡Debería estar en la cama!

- ¡Salamanquesas puntiagudas! -seguía chillando la mujer- ¡Salamanquesas puntiagudas! ¡Me comerán!

Con el ruido del choque, Katherine cogió a Cleopatra y abrió la puerta de su cuarto justo a tiempo para ver como el miliciano atrapaba los dos platos de crema de calabacines en el aire como en un paso de baile truncado.

- ¡Ay! ¡Cuidado! ¡Señorita! Señorita, ¿qué hace usted aquí? ¡Debería estar en la cama!

Ignorando la alarma de las salamanquesas puntiagudas devoradoras de treintañeras, Katherine se puso a aplaudir la muestra de torpeza/habilidad de Denne

-¡Eso ha estado genial! ¿Lo ha estado ensayando, señor? ¡Ha sido increible!... Eh... ¿Eso se come?- Dijo la pequeña señalando el poco contenido que quedaba en los cuencos que portaba el joven, aunque sin esperar respuesta, pues avanzó hacia él , con un sólo movimiento, cogió uno de los cuencos y se alejó un par de pasos para comprobar el aspecto de la crema.-No llevará pimientos, ¿no?

- Hummm... no, la verdad es que no lo había ensayado... -pensó Denne en voz alta, pero volvió a la realidad cuando Katherine cogió uno de los cuencos- ¡Sí, claro que se come! No creo que lleve pimientos, pero de todas maneras, los pimientos son buenos para la salud... ¡Señorita!

La mujer, que se había callado por un momento y había empezado a acercarse a Katherine, echó a correr cuando el galeno la llamó. De un fuerte y rápido tirón, arrancó a Cleopatra de las manos de la niña y siguió corriendo por el pasillo.

- ¡Una salamanquesa! -siseó mirando a la muñeca, mientras trotaba a toda velocidad- ¡Pero ya verás! ¡No podrás conmigo!

-¡Una salamanquesa!¡Pero ya verás! ¡No podrás conmigo!

Katherine soltó de golpe el cuenco y hechó a correr tras aquella señora.

-¡Eh! ¡Oiga, espere! ¡Cleopatra no es ninguna salamanquesa!-gritó la niña

-Tsk, claro que no , es una salamanquesa puntiaguda del nordeste del Congo- aclaró la paciente, en un ataque de cordura relativa- pero no te preocupes, pequeña, cuando haya terminado con ella...

Katherine saltó sobre la dama , haciendo que esta callese al suelo, junto con Cleopatra, que quedó un par de metros alejada de ambas.
Medio asustada medio enfadada y medio incrédula (y con esa van tres mitades), Katherine puso su dedo índice a pocos milímetros de la nariz de la experta en salamanquesas puntiagudas, dudando entre dejarla vizca de por vida con un toque o directamente conjurar la imagen de unas cuantas de sus puntiagudas quimeras (lo cual le iba a resultar algo dificil, básicamente por que jamás había visto una).

- Escuche, Cleopatra es una gata, no una salamanquesa, y en el momento en el que usted haya terminado con ella ¡Le haré comer esa bazofia que el señor Denne lleva en la mano hasta que reviente!

- ¡Señorita! -gritó Denne- ¡Katherine! -exclamó inmediatamente, cuando la niña saltó sobre la mujer y la tiró al suelo. Se dirigió a ellas y empezó a intentar separarlas- ¡Katherine! ¡No puedes hacer eso con la gente!

La mujer, muy asustada, comenzó a revolverse y a chillar desde el suelo. En medio de la confusión y el griterío, apareció al fondo del pasillo un asustado joven, que llevaba una bata de enfermero.

- ¡Miles! -aulló Denne, en cuanto lo reconoció- ¡Miles! ¡Emergencia! ¡Ayúdame con esto!

El tal Miles pegó un respingo y se acercó rápidamente. Denne separó a Katherine de su presa y el enfermero sujetó a la cerillera loca, e intentó tranquilizarla.

- ¡Pero Katherine! ¡Tienes que tener cuidado! -dijo Denne, estresado. Se fijó en que Cleopatra estaba tirada en el suelo y fue a recogerla- Toma. ¿Ves? No le ha pasado nada... -se la entregó mientras hacía un gesto de adiós a Miles, que se iba con la mujer, y después contempló el desastre que había ocurrido con los cuencos y la crema- Ay ay ay. Ahora tendré que volver a por más... e ir a por la bayeta de fregar... ¡Pero el cuarto de la limpieza y la cocina están en direcciones opuestas! -se lamentó- ¿Y qué tal si en vez de eso vienes conmigo a la cocina y le dices a la señora McGryver qué es lo que quieres, y...?

- ¿Y qué tal si en vez de eso vienes conmigo a la cocina y le dices a la señora McGryver qué es lo que quieres, y...?

Katherine miró algo asustada a Denne, que parecía debatirse entre la cocina el cuarto de la limpieza como quien se debate entre dos pilares de su existencia.
Pese a ser una visión de esas por las cuales ,muchos años después, nacería en nuestro universo Youtube, un rugido del estómago de su etómago le pareció a Katherine una razón más que válida para interrumpir el espectáculo.

-¡Vale! ¿Por dónde?- interrumpió al médico, aferrando a Cleopatra con fuerza, e ignorando los gritos (ya lejanos) de la doctora en herpetología.

- Ven, dame la mano. Es esa dirección; no está lejos -dijo Denne sonriendo tímidamente y cogiendo a la niña de la mano; ya había vuelto a olvidar el desastre de los cuencos, así que probablemente se quedarían allí hasta que alguien pasara y lo limpiara. Junto con Katherine, siguió adelante por el pasillo hasta llegar a otro pasillo más grande perpendicular al anterior, con enormes vidrieras que daban a un patio con árboles y una fuente en el centro (aunque de todo ello se veía poco, debido a la lluvia). Torcieron a la derecha y caminaron por este pasillo un momento más, hasta llegar a un gran arco que llevaba a una habitación muy grande, pero que estaba ya a oscuras a esas horas de la noche. Encima del arco podía leerse, escrito pulcramente sobre la pared en letras de color granate, el rótulo COMEDOR.

No obstante, Denne ignoró el arco, se acercó a una puerta más pequeña (en verdad, una puerta de tamaño normal, pero al lado del arco se veía pequeña) señalada con la palabra COCINA y llamó con los nudillos. Por toda respuesta obtuvo un ruido de platos, así que entreabrió la puerta y asomó la cabeza.

- ¿Señora McGryver? -dijo. Un momento después, la señora McGryver (una mujer regordeta de pelo castaño muy rizado y una cara ligeramente parecida a la de un cerdito) abrió la puerta de un tirón, con expresión ligeramente molesta.

- ¿Qué ocurre ahora, señor Anbrûn? -preguntó.

- Uhmmm... he tenido un problema con el anterior cargamento de comida, así que traigo directamente a la niña para que coma aquí -resumió Denne, haciendo que Katherine se adelantara un poco, para que la cocinera la viera. Esta le echó un vistazo, puso una expresión un poco rara, y finalmente suspiró.

- Está bien, está bien, pasad -dijo, apartándose de la puerta y empezando a trastear entre los cacharros. Denne y Katherine pasaron a la cocina, una habitación de azulejos blancos con varios armarios, estanterías de especias colgando de las paredes y una mesa con cuatro sillas en el centro- . Ya no queda nada de la cena, así que tendré que preparar algo, pero veré qué puedo hacer.

- Vamos, Katherine -dijo Denne, sonriendo- . Siéntate a la mesa y dile a la señora McGryver qué te gustaría comer. Y mientras ella te lo prepara, ¿por qué no me explicas cómo terminaste viviendo en la calle, y todo eso?