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 La tenebrosa historia de Shadow Rock

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Night Citrus
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Night Citrus


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MensajeTema: La tenebrosa historia de Shadow Rock   La tenebrosa historia de Shadow Rock Icon_minitimeJue Nov 19, 2009 1:27 pm

La tenebrosa historia de Shadow Rock

Shadow Rock es un condado situado en la isla de Athion, al suroeste de la ciudad. Tiene el tamaño aproximado de un municipio mediano y comprende tres pequeñas aldeas, una de las cuales es un pueblo fantasma. El mar en Shadow Rock, por la misma geografía del litoral, está siempre revuelto y tiene muchas corrientes rápidas que alejan de la costa a los bañistas desprevenidos, sacrificándolos a la glotonería del Mar del Norte.

La residencia del conde de Shadow Rock es una mansión que recuerda más a una fortaleza que a un palacio, situada sobre un acantilado de rocas negras y afiladas que da al mar. El actual conde, Lucien Edvak Caront, es un cuarentón de aspecto demacrado y siniestro, retraído aunque de humor sagaz y cortante, que de vez en cuando se deja ver por la ciudad y deja tras de sí un reguero de nobles ofendidos y damas airadas y escandalizadas. Se cuentan muchas cosas sobre Shadow Rock, un lugar al que los supersticiosos consideran maldito y los escépticos sombrío y desagradable; la historia más extendida versa como sigue:

En los tiempos de la Revolución en el continente, Athion era aún una ciudad pequeña, y aunque en torno a ella había campos y pueblos, partes de la isla estaban totalmente deshabitadas. Los alcaldes de entonces intentaban expandir el territorio de la ciudad, y se decidieron a ofrecer terreno a aquellos que quisieran establecerse en esos lugares deshabitados, vinieran de Athion o del continente. La iniciativa tuvo un éxito considerable, y entre los que llegaron a la isla hubo, cómo no, un loco de dimensiones colosales: uno de los príncipes de Dinamarca, desheredado por su estrambótico comportamiento, por sostener que la Tierra era una figura ovoide que se balanceaba sobre el caparazón de una tortuga bailarina, y por intentar convencer, ante los ojos de toda la corte, a su viudo padre de que tenía que casarse con un gato siamés por el bien de la nación.

Dicho príncipe se apropió de Shadow Rock e hizo construir en lo alto del acantilado la mansión-castillo, que diseñó él mismo con ayuda de un arquitecto que después desapareció misteriosamente. Se dice que la fortaleza de Shadow Rock era capaz de resistir asedios, bombardeos, y cualquier otra clase de situación; incluso, que tenía un sistema de catacumbas subterráneas lleno de trampas, explosivos y cocodrilos (estos últimos conectados directamente con un supuesto foso central de cocodrilos, que podía verse desde el comedor como si de una pecera se tratase), todo ello pensado expresamente para destrozar un ejército de zapadores, en el caso de que estos vinieran.

Poniendo además buen cuidado de plantar en los alrededores de la mansión cantidades ingentes de ortigas y matorrales, el príncipe y su séquito de vikingos se recluyeron allí. Al poco tiempo, se celebraron unas importantes fiestas, y el alcalde de Athion nombró al príncipe su invitado de honor. Efectivamente, el príncipe fue, asistió a las celebraciones, hizo unas rocambolescas declaraciones sobre el estado de la bóveda celeste y la Tortuga Primigenia; y después volvió a encerrarse en su castillo y nunca jamás se lo volvió a ver, ni a él, ni a sus vikingos. Después de unos meses sin noticias de que nadie hubiera entrado ni salido de la fortaleza, la milicia intentó entrar por la fuerza, pero el resultado fueron varias bajas causadas por el complícadisimo sistema de trampas del sitio; y desde entonces Shadow Rock se consideró un lugar peligroso e inaccesible, condenado al abandono por los isleños.

Muchos, muchos años después, cuando el castillo ya estaba en ruinas y la imaginación popular se pintaba las más extravagantes y desagradables historias de lo que podía haber ocurrido con el príncipe y sus vikingos – pero nadie se había vuelto a acercar, no fuera a estar maldito de verdad; se decía que los que lo intentaban desaparecían misteriosamente, y que por la noche se escuchaban gritos y ruidos de cocodrilos masticando - , una serie de terribles sucesos asolaron la ciudad. Primero, se sucedieron una serie de epidemias, a las que siguió una plaga de insectos y después una hambruna; y más tarde, cuando ya parecía que Athion se estaba recuperando, empezó a ser asediada por los piratas del Norte. En medio de semejantes desgracias, la gente, alcalde incluido, estaba desesperada; y en ésas estaban cuando salido de ninguna parte apareció un jovencito con aspecto de cuervo, que dijo llamarse Hubert Caront.

Lo primero que hizo fue conseguir que el alcalde lo recibiera. “Si libro a la ciudad de estos piratas”, le dijo, casi graznando, “¿qué me darás?”. El alcalde no se lo pensó mucho y respondió que lo que quisiera, pero que si tenía alguna forma de librarse de los piratas, que lo hiciese. Hubert Caront apareció entonces un par de días después con un gigantesco paquete de explosivos, e hizo construir una balsa de explosivos sobre la que pudiera colocarlo. Cuando se avistó a los piratas, Caront puso balsa y explosivos sobre el río, lo mandó corriente abajo y se dedicó a seguirlo junto con una caja de fósforos y un par de aviones de papel. Los piratas, que iban río arriba para atracar algo más cerca de la ciudad, se toparon pronto con el paquete de explosivos, que no pudieron esquivar y que se llevó por delante toda la proa del barco; pero eso no era todo, porque Hubert Caront sabía además dónde estaba la santabárbara, y le envió un fósforo encendido vía correo aéreo de papel. El barco voló íntegramente en pedacitos junto con sus tripulantes, con lo que se acabó la amenaza de los piratas.

Caront volvió entonces a la ciudad, donde alcalde y ciudadanos no daban crédito a sus ojos y oídos. Si no hubiera sido tan siniestro seguramente el alcalde lo hubiera aclamado como a un héroe, pero como lo era no se atrevió y le preguntó en su lugar qué quería como recompensa. Hubert Caront juntó entonces las puntas de los dedos, esbozó una sonrisa maliciosa y declaró: “quiero Shadow Rock”.

“Bien, te haré unos papeles”, contestó el alcalde, molesto, mientras un escalofrío le recorría la espalda. Efectivamente, y aunque no le hacía ninguna gracia puesto que Shadow Rock era una fortaleza – en ruinas, pero fortaleza – , convirtió Shadow Rock en un condado, ya que lo de los condes y duques estaba de moda por aquel entonces, y se lo entregó a Caront. Le quedaba la esperanza de que, como era un sitio maldito, Caront desapareciera pronto igual que el resto de los que se acercaban a él; pero eso no ocurrió. Al contrario, Caront limpió el castillo, lo reformó, lo pintó, declaró que no había cocodrilos – nadie le creyó – ni cadáveres de vikingos – le creyeron aún menos – y una buena noche lo movió y lo acercó un poquito más al acantilado por razones estéticas... bueno, al menos eso dijeron algunos de los ancianos del lugar, que juraban y perjuraban que el castillo estaba mucho más cerca del acantilado que antes. Desde entonces, el condado de Shadow Rock pertenece a la familia Caront; el palacio-fortaleza del príncipe danés es ahora visitable de jueves a domingo, aunque poca gente (turistas aparte) se anima a intentarlo, y todo el mundo está completamente seguro de que el castillo al completo es mucho mayor, puesto que nadie ha encontrado todavía el foso de los cocodrilos, y todos saben de buena fuente que tiene que estar allí. Otra buena cantidad de leyendas declaran que Hubert Caront y el príncipe danés siguen ambos vivos en el interior de la mansión, y que tienen a su disposición un ejército de vikingos zombies que emplearán para defender la ciudad en caso de guerra, o para conquistarla, depende de la versión. Las historias sobre gente desaparecida, ruidos de cocodrilos y miembros de la familia del conde vistos volando envueltos en capas negras, por su parte, son incontables, y un alcalde con algo más de visión comercial podría sin duda convertir Shadow Rock en un atractivo reclamo turístico para los románticos visitantes del continente.
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