Cruzando la puerta encontrada

La libreía estaba cerrada y la caja vacía cuando Liam se despidió del anciano. Él buen hombre se había tomado de la mejor manera que había podido la marcha del muchacho, que aunque fuera para realizar su sueño, le dolía como si perdiera un hijo. De hecho había sido como un hijo durante los últimos 6 años y ahora tenía que decirle adios.

-Cuidate mucho Liam. -dijo el hombre- Y si tienes cualquier problema ven a verme y te ayudaré.
-No te preocupes; ya sabes que sé cuidarme solo. -replicó el muchacho con una de sus mejores sonrisas adornando su rostro.

Tras estas breves palabras, el joven moreno dejó el establecimiento camino hacia los suburbios donde estaba ubicado el gremio de los galenos. La verdad es que poco sabía del gremio pero entraría en él y sería un gran médico costara lo que costara.

Y allí estaba él, de pie frente al edificio que días atrás le había llamado la atención y que había revolucionado su vida. Con seriedad abrió la puerta y entró sin miedo cerrando tras él.

-¿Hola? ¿Hay alguien por aquí? -preguntó con voz tranquila mirando a su alrededor.

Denne, tirado en uno de los bancos del pasillo del Gremio y a punto de quedarse dormido mientras supuestamente hacía guardia, escuchó un extraño sonido que penetraba en su subconsciente. Tras unos segundos, su ya más despierto cerebro terminó por interpretarlo como una serie de palabras.

-¿Hola? ¿Hay alguien por aquí?

- ¡Sí! ¡Enseguida! -gritó Denne automáticamente mientras saltaba del banco, como si su jefe acabara de pillarlo sobando en el trabajo.

Se echó un vistazo rápido (estaba hecho una piltrafa) y tras arreglarse rápida y superficialmente las arrugas de la gabardina corrió hacia la entrada. Allí se encontró con un joven delgado, de cabello y ojos oscuros y apariencia de erudito.

- Buenos días, caballero -saludó Denne tras tomar aliento- . ¿En qué puedo servirle?

Liam esperó unos minutos antes de disponerse a repetir sus palabras cuando de improviso un joven algo menor que él de cabellos más claros se le acercó. El muchacho le habló amablemente sorprendiendo al moreno con sus palabras; acababa de tratarle como si tuviera más años de los que tenía. Obviamente a Liam no le sentó mal aquella apreciación y esbozó una pequeña sonrisa mientras mantenía sus manos colocadas tras su espalda.

-Verás, estoy buscando al encargado del gremio. -dijo con voz suave antes de atreverse a andar unos cuantos pasos y estar más cerca del joven- No sabrás si está por aquí, ¿verdad? -añadió relajando su expresión.

El muchacho estaba algo acalorada o más bien acelerado; Liam se imaginaba que precisamente no estaría haciendo algo que debiera para encontrarse de semejante manera aunque lo ocultara casi por completo. Había pasado mucho tiempo entre libros como para no distinguir ligeras imperfecciones en las cosas como una arruga en la chaqueta o una página mal doblada.

El hombre, que tenía un porte serio y distinguido y no parecía herido ni enfermo de ninguna manera, se acercó unos pasos. Denne tuvo la desagradable sensación de que lo estaban escrutando; pero, gracias a su carácter distraído, no era persona de preocuparse por el lamentable aspecto que debía estar ofreciendo, por lo que no se inquietó. Eso sí, preguntaba por el encargado del Gremio. ¿Quién era el encargado del Gremio?, ¿no habrían cambiado los estatutos otra vez y nadie se había acordado de decírselo? Más de una vez le había pasado ya, recordó Denne rascándose la cabeza.

- El encargado del Gremio... hummm... ¿a cuál busca usted? -dudó, y se decidió finalmente a preguntar- ¿Al director, o a lo mejor al médico jefe...? Bueno, diciéndolo de otra manera, ¿viene usted por la medicina o por cosas administrativas?

Si la cara del muchacho había mostrado la duda cuando Liam preguntó, era ahora la del propio joven la que enseñaba esa situación. El menor había dicho que con cual de los dos quería hablar; ¿acaso había dos personas que llevaran ese gremio? Liam pensaba que sólo había un maestro por gremio y que en el de los galenos sería un médico pero el joven le había contrariado al mencionar a dos personas diferentes y con acciones distintas.

-Perdona mi ignorancia pero, ¿no se supone que el encargado de este gremio debería ser sólo un médico? -cuestionó sin llegar a estar seguro de haber hecho la pregunta correcta.

Él venía en busca de un médico, uno que le enseñara a ser médico y poder así ayudar a los demás; no venía en busca de nadie más y por eso no entendía esa distinción.

Ahora no sólo Denne, sino también su interlocutor estaban ambos confundidos. ¡Maravillosa situación! No obstante, Denne estaba más que acostumbrado a confundirse y a confundir a la gente, y por tanto también a intentar dar explicaciones:

- Humm, bueno, sí, es que no sé exactamente a qué se refiere usted con "el encargado" -dijo, retorciéndose las manos mientras intentaba encontrar las palabras- . El, digamos, cabeza del Gremio es el director, que por supuesto es médico. Pero él lo que lleva es la administración; del consultorio y los pacientes se encarga el decano del Gremio, el médico jefe. ¿A quién quiere ver?, o, más bien, ¿qué es lo que busca usted aquí?

Liam se le quedó mirando tras sus palabras sin saber que respuesta darle. El muchacho había sido claro en sus explicaciones pero eso sólo lograba sembrar más la duda en el moreno.

-Yo quiero pertenecer a este gremio, así que sólo dime con quien debo hablar para ello. -dijo por fin una vez hubo meditado el asunto con calma.

Estaba algo cansado de permanecer de pie ante un muchacho que no parecía muy avispado así aunque no era su costumbre, sus palabras habían sonado algo cortantes pese a la calma que despedían.

¡Por fin! Así que eso era lo que quería aquel extraño hombre, después de tantos rodeos. Denne suspiró y asintió.

- Ya comprendo -dijo- . Entonces... hmmm... mejor vamos a ver al decano.

Hizo un gesto para que le siguiera y se internó por el oscuro pasillo al fondo del recibidor que llevaba a las entrañas del Gremio. No obstante, no tuvieron que andar mucho; Denne se detuvo ante la tercera puerta a la izquierda, y llamó.

- Adelante -se escuchó una voz cascada desde el interior.

Denne abrió la puerta e indicó a su acompañante que pasara, entrando ambos a una pequeña habitación de paredes blancas, bien iluminada gracias a la amplia ventana de la pared del fondo. En el centro había un pesado escritorio antiguo, cubierto de tinteros y papeles, y sentado a él estaba un hombre de unos cincuenta años, de calva bastante desarrollada y una cuidada y corta barba blanca, que vestía una bata de médico.

- ¿Qué ocurre, señor Anbrûn? -preguntó cansinamente, levantando la vista de sus papeles y quitándose los anteojos para observar mejor a su otro visitante.

- Este caballero dice que quiere ingresar en el Gremio -resumió Denne, e iba a presentar a su acompañante, pero entonces se percató de que no sabía cómo se llamaba. ¡Gran fallo!

- ¿Quiere ingresar en el Gremio? -preguntó el hombre de la bata, dejando los anteojos sobre la mesa y levantándose pesadamente- Argus Morguenstein, decano del Gremio. -le tendió la mano- . ¿Cómo se llama usted? ¿Tiene algún tipo de formación ortodoxa en Medicina?

Tras la breve charla, el joven parecía entender las intenciones de Liam y así lo expresó cuando decidió guiarle hasta el decano. El moreno nó dijo en contra de aquella decisión y caminó tras él con paso tranquilo a través del oscuro pasillo más allá del recibirdor. La curiosidad por conocer a la persona que dirigía, por lo menos en parte, el gremio al que quería pertenecer crecía a cada paso que daban.

Nada más cruzar una puerta, la tercera si Liam no se equivocaba al contar, había una estancia de paredes blancas y una amplia ventana al fondo. Frente a un escritorio se podía ver a un hombre algo mayor que empezó a hablar con el joven que había guiado a Liam hasta allí. Tras unas pocas palabras, ese hombre se dirigió al moreno con una escueta presentación y una pregunta que dejó algo confuso al moreno.

-...Me llamo Liam Kingkate, mucho gusto... -atinó a decir estrechando ligeramente la mano que le ofrecía para soltarla un par de segundos después- En cuanto a saber algo de medicina antes... Bueno yo he estudiado hasta el bachillerato y... y algo sé de plantas y he leído muchos libros sobre medicina. -añadió sin perder el nervisismo y sin poder evitar que le temblara un poco la voz contestando a la pregunta que le habían formulado.

- Encantado de conocerle, señor Kingkate. Siéntese -dijo el decano, señalando la silla frente al escritorio y sentándose él en la suya propia. Después de un momento, miró a Denne- . ¿No tiene usted por casualidad una guardia que hacer, señor Anbrûn?

- ¡Oh! ¡Claro! ¡Qué cabeza la mía! -saltó Denne, dándose un golpecito en la frente- Les dejo entonces, caballeros -y salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. El decano exhaló un suspiro.

- Un buen hombre y un buen médico, pero despistado como él solo -comentó, moviendo la cabeza desaprobatoriamente- . Bien, señor. Dice usted que ha cursado hasta bachillerato, sabe de botánica y se interesa por la medicina... sin duda un buen currículum para empezar, pero si nunca ha ejercido como médico, para ingresar en el Gremio deberá empezar como pupilo y completar un período de aprendizaje, antes de ser nombrado galeno de profesión. ¿Qué edad tiene usted? ¿Es residente en la ciudad?

Seguía temblando aún cuando el hombre le señalaba una silla donde sentarse y se dedicaba a intercambiar unas pocas palabras con el muchacho que lo había traído hasta ese despacho. Observando la conversación de ambos hombres, el joven se fue calmando paulatinamente hasta recuperar su estado de serenidad normal. Éste sin embargo no duró mucho cuando el decano volvió la vista hacia él comentando algunos detalles del muchacho que había dejado la estancia, para luego pasar a otra tanda de preguntas sobre él.

-Pues tengo 22 años y hasta hace unas horas vivía en la piso que había sobre la librería en la que estaba trabajando. -respondió sin perder la calma que tanto le había costado recuperar antes de seguir hablando- Entiendo que tenga que empezar como pupilo pero, ¿eso que quiere decir exactamente?

- Veintidós años... hmm. -el decano apoyó el mentón sobre la mano derecha y se dedicó a escrutar a Liam mientras reflexionaba- Por el alojamiento no tiene que preocuparse; le proporcionaremos una habitación aquí. En cuanto a qué significa ser pupilo...

Morguenstein se echó hacia atrás en la silla; veía a su interlocutor considerablemente nervioso, aunque parecía que ya se había calmado un poco. Le gustaba examinar detenidamente a los que iban a ser nuevos miembros del Gremio, ya que tenía sus propias (y muy propias) opiniones sobre lo que un médico debía ser o no.

- Lo cierto es que la mayoría de nuestros pupilos son más jóvenes que usted -empezó a explicar, con parsimonia y sin ninguna prisa- . Unos diez años menores que usted, aproximadamente, así que solemos poner a cada uno a cargo de un médico para que actúe como tutor y les enseñe los rudimentos de la profesión mientras terminan la secundaria. -el decano hizo un gesto condescendiente. Parecía divertido- A su edad, no obstante, puede ser un poco... abusivo pedirle que se ponga a corretear detrás de nadie, así que le daré a elegir: puede usted pedir que se le asigne dicho tutor, lo que implicaría acompañarlo y aprender viéndolo ejercer; o, si comprobamos que está cualificado para ello, empezar a trabajar directamente como enfermero y seguir una formación más autodidacta. ¿Qué prefiere?

Liam miró al decano con cautela meditando sus palabras; por el alojamiento no tendría problema y sería mejor que volver a molestar al librero, sin embargo cuando pasó a explicarle el tema de los pupilos el joven se tensó de nuevo. ¿Cómo podía imaginar que él seguiría a un médico como un crío? Aunque claro, el no haber practicado nunca la medicina no le estaba dejando muchas alternativas por mucho que le ofrecieran otra cosa. Si elegía no tener tutor y luego no superaba las pruebas que posiblemente le pondrían, sólo sentiría vergüenza pero su padre nunca se rindió ¿verdad? Él siempre luchó por su familia y sacrificó mucho para que estudiara... "Lo tengo decidido."

-Quiero ser útil desde el primer momento. -dijo con claridad sin moverse de la silla- Déjeme demostrar que no necesito un tutor al que seguir como un niño que no sabe nada. -añadió con firmeza mirando fijamente al hombre que tenía delante.

- Tampoco se lo tome así; es natural aprender de un maestro, independientemente de la edad que uno tenga -rió el decano. El joven frente a él parecía tener carácter; le estaba causando buena impresión- . Claro que hay personas que lo toleran mejor y personas que lo toleran peor... y usted parece ser más bien un espíritu libre. Venga conmigo.

Con una sonrisa, se levantó y se dirigió hacia la puerta; antes de tomarse el trabajo de empezar con el papeleo, prefería comprobar que el muchacho realmente estaba preparado. Atravesó el pasillo y condujo a Liam a la sala de urgencias, situada al lado de la entrada, donde era raro que no hubiera actividad. Y, efectivamente, allí estaba Denne, atendiendo a un grupo de heridos resultado del accidentado choque de un carro de manzanas con un puesto de venta de cerámica en el mercado de la plaza.

- ¿Todo en orden, señor Anbrûn? -preguntó el decano, nada más echar un vistazo.

- Todo controlado... ¡más o menos! -exclamó Denne, al que se veía muy estresado- ¡Otro brazo roto por ahí! -masculló como para sí, mirando al conductor del carro, un hombre de mediana edad con barba y un tanto rechoncho.

- Espere; deje que se encargue el señor Kingkate -lo detuvo el decano, y miró a Liam- . ¿Se ve usted capaz de atender a este hombre?

El decano comenzó a reirse ante las palabras del moreno además de hacer varios comentarios referente a ello mientras que éste le miraba algo escéptico. Liam era consciente de la edad que él tenía y de las consecuencias de ello; seguramente pese a comentarle como era el pupilaje, no aceptarían a un pupilo tan mayor sin hacerle algún tipo de prueba y puede que incluso no le permitieran hacer dicha evaluación.

Cuando el hombre se calmó, continuó hablando tras lo cual le indicó que le acompañara. El moreno le siguió pese a tener serias dudas ante su admisión en el gremio; la sensación de no conocer ese lugar por completo también estaba presente.

Nada más salir de la estancia caminaron de nuevo hacia la entrada del lugar para después entrar por una puerta junto a la del gremio. Aquella pueta daba paso a una sala amplia llena de gente de un lado a otro y entre esas personas estaba el joven que le había atendido nada más llegar: el doctor Anbrûn. Este joven se acercó al decano en cuanto le vio y le puso al tanto de la situación; al parecer había habido un accidente con un carro y ahora estaban atendiendo a los heridos. Esto dio lugar a una oportunidad para probar a Liam como médico, lo cual le sorprendió bastante.

-¿Está seguro de eso, señor? -preguntó mirando al decano, al joven médico y a su alrededor imtermitentemente sintiendo un nudo en el estómago- Yo ni siquiera he tenido educación práctica...

Las palabras de Liam sonaban tímidas y en sus ojos se mostraba el temor a equivocarse; él sabía que si cometía algún error podría llegar a llevarse la vida de una persona y eso le aterraba. Sentía la cobardía y el temor recorrer sus venas como lo hacía la sangre, pero la vergüenza de temer la propia profesión que iba a tener era peor todavía. Pensando esto volvió a mirar a su alrededor esta vez con más confianza.

-Lo haré. -dijo con seguridad dejando su abrigo en una banca cercana para luego remangase la camisa y encaminarse hacia el hombre herido- Yo examinaré su brazo.

El moreno guió al paciente hasta una camilla que estaba libre y tras sentarse, empezó a examinar la extremidad. Según tocaba el hueso dañado iba recordando con suma rapidez lo leído en los manuales de anatomía que vendían en la librería.

-Me temo que tiene un par de huesos rotos. Tendremos que entablillar el brazo completo para que se cure la fractura. -le explicó al hombre antes de mirar de refilón al decano y hacerle un gesto para que se acercara.

Denne y el decano permanecieron mirando fijamente a Liam, el uno sin entender nada y el otro muy atento a la decisión que tomaría. Parece que se decidió a asumir el riesgo; hizo que el hombre se sentara en una camilla y comenzó a atenderlo. Denne miró a Morguenstein, muy extrañado; pero por suerte recordó que estaba muy apurado y tenía cosas que hacer, y siguió con lo suyo ajetreadamente antes de empezar a hacer preguntas extrañas.

Por su parte, Liam hizo un gesto al decano para que se acercara, cosa que este hizo.

- Tendremos que entablillar el brazo completo para que se cure la fractura -decía Liam.

- Bien, bien -asintió Morguenstein- . Adelante, proceda.

((Off: en cuanto termines, hago la tirada para ver cómo te ha salido el vendaje))

El joven moreno dejó en reposo unos minutos el brazo para acercarse a un carrito cercano tomando del mismo algo de desinfectante, unas vendas y una par de tablillas que servirían para sostener rígido el brazo. Inmediatamente volvió al enfermo sentándose frente al mismo a su misma altura, y si más dilación limpió la herida dejando ver el lugar más o menos cercano de la fractura.

-Esto le va a doler. -avisó el joven antes de sostener con cierta fuerza la extremidad entre las dos tablillas.

Liam no dejó de ejercer presión con una mano a la par que con la otra vendaba alrededor manteniendo la fuerza que quería para el remedio. Si no lo apretaba suficiente no conseguiría que esa fractura soldara adecuadamente y no habría servido de nada que hubiera ido allí. Una vez hecho el entablillado, el moreno repasó su trabajo para comprobar precisamente que estuviera bien hecho.

-Le recomiendo que no fuerce el brazo y que vuelva en unas dos semanas para retirar el entablillado. -añadió antes de alejarse un poco del paciente que aún estaba sentado en la camilla y mirar al decano esperando su evaluación.

((Mosquis, crítico en tu primera tirada xD))

El decano esbozó una sonrisa de esas que asustan por benévolas, y comenzó a aplaudir.

- ¡Bravo! ¡Una actuación perfecta! -felicitó a Liam- Ni yo podría haberlo hecho mejor; ha demostrado que está usted plenamente capacitado para el puesto. ¡Bienvenido al Gremio, señor Kingkate!

Puesto que ya tenían poco que hacer ahí (bueno, podían haber ayudado al pobre Denne, pero como Morguenstein bien sabía, era peligroso ayudar a Denne cuando estaba trabajando: solía llevar a inevitables confusiones y desastres), el decano, pidiendo a Liam que le siguiera, volvió a su despacho. Una vez allí, rebuscó en sus cajones y sacó unos papeles, que tendió a Liam junto con una pluma.

- Ya sólo nos queda el papeleo, pura formalidad. Simplemente rellene esto, esto y aquello -comentó, señalando los diversos campos sobre los papeles- con su nombre, edad, nacionalidad y nivel de estudios. Ahí tiene también los términos del contrato.

((Si quieres te puedes apuntar como "médico de guardia" (la explicación está aquí). Si no te apetece, también puedes ser enfermero / médico únicamente en rol...))

[FDI: Después de mucho tiempo he vuelto y ya es hora de dejar este tema finiquitado./FDI]

Liam había realizado los pasos según los recordaba y aún así tenía la sensación de que algún fallo se le había escapado; de hecho esperaba escuchar la voz del decano a sus espaldas en cualquier instante reprochándole su actuación. Sin embargo, cuando la oyó no fue un reproche sino una gran felicitación por la actuación que había desempeñado. Ante las palabras del hombre, el joven esbozó una tímida sonrisa a la par que dejaba ir a su primer paciente.

Tras quedarse de nuevo sin nada que hacer, el señor Morguenstein se indicó que le siguiera de nuevo hacia su despacho dejando al otro médico realizar sus tareas como si supiera que era mejor no intervenir. El moreno por su parte echó una última mirada a aquel joven antes de recoger su abrigo negro que aunque no se lo puso, lo llevaba doblado en uno de sus brazos aún descubiertos hasta el codo. Para Liam, aquellos metros que separaban la sala de urgencias del despacho del decano fueron los más largos que recordaba; podía notar su pulso acelerarse como cuando sabes que algo grande está por llegar y que ya te falta poco; tras la puerta del despacho sólo quedaban unos detalles para que realmente pasara a ser Liam Kingkate, médico.

Nada más sentarse en una silla frente a la mesa del despacho, Morguenstein le tendió algunos papeles mientras hablaba recalcando algunos datos de interés como los que debía rellenar y en cuál de aquellos documentos se encontraban los términos del contrato que estaba adquiriendo. El moreno por su parte, sólo asentía una y otra vez mientras rellenaba los datos que le pedían. Cuando hubo terminado se sintió relajado de nuevo; el corazón volvía a latir a un ritmo normal y en su mente todas las dudas sobre su aceptación en el gremio se habían disipado; ahora ya era parte del gremio como miembro de pleno derecho.

-Supongo que soy un médico. -comentó en voz baja sin dejar de mirar los documentos que había firmado- Ya soy médico.... -repitió de nuevo como si aún sabiendo todo lo que había hecho y lo que había conseguido no se lo creyera- Lo he conseguido...

Y entonces, como un niño que despierta de la ilusión para toparse con la realidad anhelada; Liam se puso a llorar mientras sonreía de felicidad.

((Pues nada, bienvenido de nuevo ^^))

Morguenstein revisó y selló los documentos mecánicamente, e iba a levantarse a por el fichero para ordenarlos, cuando de pronto escuchó un sollozo. Levantó la vista y se encontró con que Liam estaba llorando. Esto le dejó tan descolocado - no era hombre que tomara en gran consideración las emociones, ni las suyas propias ni las de los demás - que durante unos segundos se quedó inmóvil, sin saber qué hacer.

- ¡Pero señor Kingkate! -reaccionó al fin, sacudiendo la cabeza y parpadeando, aún muy sorprendido- ¿Qué le ocurre? ¿No se encuentra usted bien?

Aquella voz le sacó del breve momento de pensamientos entremezclados para terminar alzando el rostro por el que surcaban lágrimas y en el que se dibujaba esa peculiar sonrisa. El moreno reaccionó casi de inmediato y extrayendo un pañuelo de alguno de los bolsillos de su abrigo, se secó con rapidez los ojos. Además, se dispuso a responder al decano que portaba una expresión de sorpresa.

-No se preocupe señor Morguenstein, estoy perfectamente. -explicó con voz suave a la vez que sus manos comenzaban a recolocar las mangas de la camisa que aún permanecían arremangadas- Siento que haya sido testigo de una reacción tan poco usual. -añadió a modo de disculpa.

"¿En qué estaría pensando para dejarme llevar y ponerme a llorar delante del decano?" se reprendió mentalmente a sí mismo mostrando a la par una expresión neutra pero llena de vida. Ahora ya había dado el "gran paso" y era el momento de actuar o más bien, lo sería después de un pequeño descanso; tantas emociones le estaban agotando, entre eso y los nervios previos...

-Si ya no hay nada más que hablar me gustaría poder retirarme a descansar. -pidió aún sentado pero ya listo para levantarse con la ropa de nuevo en su lugar correcto y el abrigo doblado sobre las piernas.

El joven pareció recomponerse rápidamente; se secó las lágrimas y se arregló un poco la ropa. En su fuero interno, Morguenstein agradeció esto casi infinitamente, porque seguía sin saber cómo reaccionar. Carraspeó para disimular su incomodidad.

- Siento que haya sido testigo de una reacción tan poco usual. -se disculpó el jovencito. Morguenstein reaccionó al fin, como si despertara de un shock, e hizo un gesto condescendiente con la mano.

- Nada, nada. Tómeselo con calma -dijo, parpadeando y volviendo la vista de nuevo a los papeles.

- Si ya no hay nada más que hablar me gustaría poder retirarme a descansar. -escuchó que decía Liam.

- Sí sí, por favor váyase -se le escapó con tono impaciente al decano, que ardía en deseos de que el chaval se fuera para olvidarse de todo aquello y salir de su momentánea confusión lo antes posible. Pero un momento después se dio cuenta de lo que había dicho y alzó la vista- . Disculpe. -rectificó, moviendo la cabeza- Quiero decir, sí, ya hemos terminado, puede irse cuando quiera. Será un placer tenerle entre nosotros, señor Kingkate.

Pese a la actitud del hombre, que denotaba su extrañeza por aquel comportamiento inapropiado del más joven, Liam decidió no hacerlo notar portando seriedad y calma en su rostro. Ya se había disculpado por ello y había recibido buenas palabras ante su petición. Ahora sólo le quedaba ponerse en pie y agradecer al señor Morguenstein todo lo que había hecho por él hasta ese instante. Dicho y hecho; el joven se puso en pie sosteniendo en su brazo izquierdo el abrigo negro mientras extendía su mano derecha hacia su superior por encima de la mesa.

-Gracias por haberme aceptado. -dijo acompañando a su gesto con voz suave y sincera- Ahora me retiro. -añadió sabiendo que ya había terminado todo lo que le había llevado de vuelta a ese despacho.

Sin más dilación se encaminó hacia la puerta de salida dándole la espalda al decano. Sus pasos apenas resonaban al caminar a la par que el ritmo no era apresurado. Cuando por fin la alcanzó, se giró hacia el hombre inclinando su cabeza en señal de respeto y salió del lugar. Liam no dudó en irse a sus habitaciones; habían sido tantas emociones en tan poco tiempo que ya iría en otro momento a ver al viejo librero y contarle la buena noticia. Ahora sólo necesitaba descansar.

Morguenstein estrechó la mano que le ofrecía Liam sin decir palabra, puesto que ya había dicho todo lo que tenía que decir. El jovencito se encaminó hacia la puerta sin prisa, y antes de salir inclinó la cabeza respetuosamente. Aún ligeramente trastocado, el decano esperó a que el sonido de sus pasos se perdiera por el pasillo para dar rienda suelta a sus pensamientos, como si Liam pudiera escucharlos mientras estaba cerca.

- Santa Gundelminden -murmuró por lo bajo. ¿Había mencionado el señor Kingkate de dónde venía? Porque, viendo sus modales hiperrespetuosos, él apostaba sin dudarlo por algún pueblo en lo alto de una montaña y perdido de la mano de Odín. Y parecía ser extremadamente sensible; era la primera vez que Morguenstein veía a alguien echarse a llorar porque le contrataran. Bueno, exceptuando a cierto lituano loco que... pero ese era un caso aparte.

El decano se preguntó por un momento si Liam Kingkate duraría mucho allí. Al menos parecía tener las ideas claras; eso era bueno para un médico. Entonces recordó que tenía mucho que hacer, así que con un suspiro borró de su mente todo lo ocurrido y volvió a sus papeles.

(( ¡Tema finiquitado! ))